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lunes, 14 de mayo de 2012


La educación de las hadas



- ¿A partir de que edad pueden ser hadas las chicas?


-18, 20…

- ¿Has conocido a muchas?

Bueno, no sé… tampoco es que andan diciendo por ahí “Soy un hada, soy un hada”

- ¿Por qué no? ¿Tiene algo de malo?

- No, muchas chicas son hadas, pero no saben que lo son. La verdad es que todas pasan mucho tiempo sin saberlo. ¡Es que es un trabajo tremendo! Y cuando terminan se olvidan de todo, quedan amnésicas. Entonces para que empiecen otro hay que ayudarles. Hay que hacerles preguntas. Cosas como las que te preguntan todo el tiempo en el cole. A eso se llama educar a las hadas. 

- ¿Educar a las hadas?

- Sí, claro, cuanto más aprendan mejor. Así recuerdan lo que tienen que hacer…

- ¡Bueno, déjalo! No te enrolles. ¿Sigue valiendo lo de rodear a un árbol para entrar en contacto con ellas?

- Sí, claro, eso es fundamental


- ¿Pero como se las reconoce?

- Por las cicatrices

- ¿Qué cicatrices?

- ¡Las de la cara! Tienen que pensar mucho para salir de la amnesia. Concentrarse. Y para eso se rascan las mejillas tanto, tanto, que se hacen heridas.











Inclinado a orillas de un arroyo, elévase un sauce, que refleja su plateado follaje en las ondas cristalinas. Allí se dirigió, adornada con caprichosas guirnaldas de ranúnculos, ortigas, velloritas y esas largas flores purpúreas a las cuales nuestros licenciosos pastores dan un nombre grosero, pero que nuestras castas doncellas llaman dedos de difunto (Orquídeas). Allí trepaba por el pendiente ramaje para colgar su corona silvestre, cuando una pérfida rama se desgajó, y, junto con sus agrestes trofeos, vino a caer con el gimiento arroyo. A su alrededor se extendieron sus ropas, y, como una náyade, la sostuvieron a flote durante un breve rato. Mientras, cantaba estrofas de antiguas tonadas, como inconsciente de su propia desgracia, o como una criatura dotada por la Naturaleza para vivir en el propio elemento. Mas no podía esto prolongarse mucho, u los vestidos cargados con el peso de su bebida, arrastraron pronto a la infeliz a una muerte cenagosa, en medio de sus dulces cantos.






Victoria, ¿porqué estás triste?. Ya me acuerdo de aquél muchacho que te inspiraba tanto cariño.... Se marchó y aun no ha vuelto a buscarte...